Como muchos de ustedes sabrán, en noviembre de 2021 se celebró la cumbre de Glasgow (COP26), con el objetivo de reducir las emisiones en el planeta hasta que se llegue a cero neto para 2050, estableciendo una agenda global contra el cambio climático para la próxima década.
Dentro de esta agenda se destaca la mención sin precedentes de que el carbón es la principal fuente del calentamiento global y existe un compromiso para reducir su uso.
Asimismo se planteó un programa para reducir el 30% de las actuales emisiones de metano para 2030, el cual fue acordado por más de 100 países.
Cabe aclarar que tal y como nos indica Frank Mitloehner, investigador en Calidad del Aire y especialista en extensión del Departamento de Ciencias Animales de la Universidad de California Davis, que el metano es diferente al dióxido de carbono (CO2), gas de efecto invernadero, ya que el metano se “rompe” en la atmósfera, siendo un gas de corta vida, mientras que el CO2 producido por industrias, vehículos, etc, se acumula en la atmósfera con una duración estimada de unos 1.000 años.
El metano, el cual también contribuye al calentamiento causado por humanos, en su mayoría está producido por actividades como la cría de ganado y eliminación de desechos (residuos).
Con respecto a la cría de ganado, particularmente bovino, es importante destacar y diferenciar lo que es la cría extensiva (a campo y con captura de carbono) frente a la cría intensiva (estabulada), ya que la primera genera una ecuación positiva o neutra, gracias al secuestro y fijación de carbono al cual contribuyen las pasturas, la forestación y el manejo de suelos para su conservación y regeneración.
Y en línea de la agenda marcada y en pos de lograr una ganadería medioambientalmente responsable y sostenible, que nos provea de alimentos sanos y proteínas de alta calidad para atender a una demanda creciente a nivel mundial, con una población va a seguir en aumento, tenemos varios desafíos y oportunidades para ser mucho más eficientes.
Una de las grandes oportunidades, como ya lo ha sido en otras producciones (vegetal, porcina, avícola, piscícola) es el uso de genéticas mejoradoras que aumenten la productividad bovina reduciendo el consumo de recursos y las emisiones generadas.
Y hoy, gracias a las biotecnologías y particularmente a la genómica, podemos acelerar la selección y mejoramiento genético de los rodeos con datos e información predictivos sobre la performance productiva de los individuos más destacados, los cuales hoy podemos multiplicar gracias a las técnicas de inseminación artificial y transferencia embrionaria.
Como ejemplos de estas genéticas más eficientes, tenemos las pruebas de RFI (Residual Feed Intake/Consumo Residual) desarrolladas tanto sobre razas británicas en Kiyú (Uruguay), cuyo estudio fue presentado por la Dra. María Isabel Pravia, en el que se muestra una reducción en la emisión de metano en los animales más eficientes en conversión de hasta el 28%, y también en los casos de razas compuestas, se han logrado reducir hasta en un 40% esas emisiones, según nos indica Lee Leachman, en las mediciones de ciclo completo realizadas en Estados Unidos.
Y cada vez vamos sumando más información de las pruebas que las diferentes Asociaciones de Raza en Argentina vienen realizando en esta materia, incorporando datos genómicos de sus reproductores, con DEP's enriquecidos, y midiendo el consumo residual (RFI), que además de mejorar la matriz de emisión, al lograr convertir mejor la materia seca en proteína animal, producen un ahorro en los costos de alimentación y días en engorde, con lo cual se consigue producir más con un menor impacto en el ecosistema.
A esa fórmula debemos sumar indudablemente el foco en mejorar la eficiencia reproductiva de los rodeos, ya que según las mediciones realizadas por el INTA Anguil y presentadas por Aníbal Pordomingo, al aumentar la tasa de destete disminuimos el impacto medioambiental en la cría, y por ende este valor se traslada a toda la cadena de valor de la carne.
Por supuesto hay oportunidades de captura para reducir la huella de carbono en toda la cadena, minimizando por ejemplo el movimiento innecesario de los animales para su comercialización, reduciendo de esta manera también los viajes y traslados tanto de compradores, como vendedores y terceros.
Para concluir y como ejemplo de buena práctica del sector, tenemos que destacar el caso de una empresa cárnica, Logros S.A., que logró medir la huella ambiental de la carne desde la producción del novillo en los campos de Santiago del Estero (Argentina) hasta la llegada a los mayoristas en Europa, EE.UU. y Chile, y por el cual ha sido galardonada con el Premio a la Excelencia Agropecuaria de La Nación-Banco Galicia, al “Mejor Trabajo de Investigación” en 2021.
Para llegar a estos “logros” (no pude evitar el juego de palabras) midieron la huella de carbono o potencial de calentamiento global de la carne, junto al INTA e INTI, para obtener la “Declaración Ambiental de Producto” o Eco- Etiquetado, con pocos antecedentes en la industria cárnica internacional, pero que resulta fundamental dada la creciente demanda de los consumidores para que la industria alimentaria, particularmente la de la carne vacuna, muestre sus números ambientales.
Ahora esta innovación va a poder ser escalada por otras 28 industrias exportadoras. Y otras industrias frigoríficas, en diferentes países de la región, también están trabajando en esta línea para certificar sus carnes como carbono neutro y carbono positivo.
Es nuestro deber seguir innovando e introduciendo mejoras en toda la cadena de valor, para lograr una ganadería sostenible, que sea reconocida y valorada por el gran público y el mercado como una actividad medioambientalmente responsable, que produce alimentos de alta calidad y valor nutricional para un mundo cada vez más exigente y demandante.